sábado, 22 de septiembre de 2012

Adictóteles entrega gobierno del estado de Jalisco a grupo UdG



Una vez electos presidente, gobernador, diputados locales, alcaldes y regidores, muy explicablemente corre una avalancha de conjeturas y especulaciones sobre el futuro político de Jalisco para los próximos años. Muchos de esos rumores, de los que algunos medios locales se han hecho eco, presentándolos incluso como cosa cierta, tienen que ver con la conformación del gabinete de Aristóteles Sandoval Díaz, quien asumirá como gobernador de Jalisco el 1 de marzo de 2013.

Se habla con insistencia del reparto de cargos que el priista estaría haciendo ya a fin de pagar las alianzas políticas hechas durante su campaña, las cuales, según esos aliados, habrían sido determinantes para que él se alzara con el triunfo en los comicios del pasado 1 de julio. Y como uno de esos presuntos apoyos definitivos le habría llegado al ahora gobernador electo de la cúpula política que mantiene el control de la Universidad de Guadalajara desde hace 23 años, las apuestas son sobre el número y la importancia de las carteras de la administración pública que Sandoval Díaz les tendría que ceder a los mandarines de esa institución.
Así, por ejemplo, se asegura que la Secretaría de Salud de Jalisco (SSJ) ya está amarrada con ese grupo político, que encabeza el exrector Raúl Padilla. Aun así, estaría solicitando también la Secretaría de Educación Jalisco (SEJ) y, como propina, incluso la Secretaría de Cultura de Jalisco (SCJ). Más allá de que este regateo pueda ser verdad sea sólo invención de los mentideros políticos, en cualquiera de los tres casos señalados los jeques udegeístas prácticamente se estarían quedando, por lo que hace al ámbito oficial en el estado, con el control absoluto del ramo correspondiente a cada una de esas carteras.
Y ello porque, en lo que hace al ramo sanitario en la entidad, la UdeG ya maneja los hospitales civiles. Y si a lo anterior se le suma el campo de operaciones de la SSJ, con toda su red de nosocomios y centros de salud que se localizan en territorio jalisciense, entonces el control estatal del sector salud quedaría en manos de la cúpula udegeísta, pues fuera de su competencia sólo estarían las instituciones federales del ramo sanitario: el IMSS y el ISSSTE.
Esto sería aún más completo en el caso del sector educativo, pues si el próximo gobernador designara como titular de la SEJ a un integrante del primer círculo político de la UdeG, entonces el padillismo no sólo tendría el control de la educación básica en el estado –como se sabe, el control sobre educación media y superior, por lo que hace al ámbito oficial, ya lo tiene desde hace más de 20 años–, sino que también pasaría a manejar la mayor parte del presupuesto público en la entidad. Con la SEJ en sus alforjas, el exrector de marras tendría el monopolio de la educación pública en todo el estado, y con ello la parte de león de los fondos públicos en Jalisco.
Ante esto, la SCJ no pasaría de ser una modesta colación para el ambicioso clan padillista o una botana a la que, que sin embargo, el jeque de jeques de la UdeG (¿eres tú, Raúl?) tampoco le haría el feo, pues lleva años repitiendo que su verdadera vocación es la de promotor cultural, y que está convencido de que quienes hasta ahora han estado al frente de las instituciones de cultura, tanto en Jalisco como en el resto del país, no han sabido aprovechar las posibilidades que como negocio tienen las llamadas “industrias culturales”, en la que el personaje en cuestión ve una potencial fuente “de divisas”.
Pero dejando de lado estas fantasías empresariales, lo cierto es que el mandamás de la UdeG no sólo ha derrochado buena parte del presupuesto de la casa de estudios en sus proyectos culturales y seudoculturales, sino que ha podido colocar a favoritos y colaboradores suyos en varias dependencias municipales del ramo cultural, preferentemente en la zona metropolitana de Guadalajara. Y si ahora se le abriera también la posibilidad de gobernar a la SCJ, entonces el susodicho tendría el control casi absoluto de los organismos oficiales de promoción cultural, con lo que podría ver cumplido su sueño de convertirse en el Pericles de Jalisco y, en un descuido, hasta de la nación, pues no ha faltado el editorialista (Diego Petersen en El Informador, 18 de septiembre, donde se le confunden, por cierto, los reyes de Francia) que lo vea y hasta lo promueva como candidato a presidir el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes durante el sexenio venidero.
Sin embargo, hasta ahora esos proyectos absolutistas del clan Padilla en los ámbitos de la salud, la educación y la promoción de la cultura no pasan de ser sueños. Y estará en el próximo gobernador o, mejor aún, en la cúpula del PRI, hacer a esos sueños realidad o sólo dejar que siga en engorda la “burguesía dorada” universitaria (Emilio González Márquez dixit) con el que ha sido su patrimonio político particular desde el ya lejano 1989: el campus de la UdeG, con su abultada nómina y sus cuantiosos recursos. Lo anterior explica por qué Padilla y asociados han podido manejar a la universidad pública de Jalisco a su antojo, medrando a costa de los contribuyentes y sin el incómodo expediente de tener que rendir cuentas, o ratificar su permanencia en tanto ventajoso cargo con algún plebiscito, elección…
Y esto último porque, como es de sobra conocido, los integrantes de esa comunidad universitaria (alumnos, profesores, investigadores y personal administrativo que, según datos oficiales, rondan las 230 mil personas) no tienen derecho a elegir a sus autoridades, pues éstas –comenzando por el rector general y siguiendo con los rectores B y con los mandos medios, así como los principales representantes sindicales y estudiantiles– son designadas, directa o indirectamente, por el índice (¿el diestro o el siniestro?) del exrector Raúl Padilla. De suerte que cada vez que hay una elección de cierta relevancia en la UdeG se suela decir, en tono de mofa, que a cada candidato o postulante “sólo le hace falta un voto para ganar”, o que “perdió por un voto”.
Con la autoridad federal ya decidida, con la autoridad estatal decidida también, lo mismo que alcaldes, legisladores federales y locales, el relevo (que no elección) de integrantes del Consejo General Universitario (CGU), de los rectores y demás funcionarios de la UdeG es pan comido para Padilla y sus seconds. La reciente “elección” para renovar el CGU, que formalmente es “la máxima autoridad” de la universidad pública de Jalisco, volvió a ser la mascarada de siempre: una parte de los consejeros fue decidida “estatutariamente” por designación. Y el resto se sometió a “elección libre” pero con planillas únicas, “candidatos de unidad” o con el eufemismo que se le quiera llamar a este método antidemocrático que, aquí y en China, es una burla descarada. Y ese método se volvió a utilizar en cada uno de los centros universitarios, en la administración central y en el Sistema de Educación Media Superior.
En otras palabras y para variar, el clan que comanda el exrector Raúl Padilla habrá de quedarse nuevamente, como sucede desde hace 23 años, con el control de la UdeG, y designará de manera desahogada al rector general, a los rectores de cada uno de los centros universitarios, al titular del SEM y a las autoridades intermedias entre aquellos y aquellas que estén mejor colocados en el padillómetro… Y lo que pueda venir por cortesía o compromiso de Enrique Peña Nieto, Aristóteles Sandoval, Ramiro Hernández, Héctor Robles y compañía será una ganancia extra para la persona que controla la UdeG, regentea el PRD Jalisco y ha salido ganancioso lo mismo con el PRI que con el PAN.

Por: Juan José Doñán
En: Proceso Nota original

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